23 de septiembre de 2009

De como acabé siendo mozo de almacén.

La verdad es que aún no me lo explico. Cuando regresé Francia nadie me había avisado de lo que me esperaba al entrar por la puerta del despacho: todo estaba lleno de cajas vacias y paquetes, restos de la mudanza que había tenido lugar recientemente. Ese mismo día me tocó pasar casi una mañana bajando cajas (tanto vacías, como llenas de papeles y libros) al contenedor de reciclado de papel, acabé con dolor de espalda y varios cortes en las manos. A eso le siguieron varios días de ordenar y llenarme de polvo hasta las orejas.

Lo peor fue que esta mañana, cuando ya pensaba que el horror había terminado, nada más entrar me esperaban el armario de papelería (que necesitaba una reorganización urgente) y tres cajas más llenas de papeles y libros para bajar. Es entonces cuando me enfado, mucho, pero apechugo con ello y mientras lo hago no dejo de pensar en qué momento dejé de ser secretaria para convertirme en mozo de almacén/chica para todo. Tengo un trabajo por el que me pagan (poco) y entre las obligaciones del mismo no se encuentran ni limpiar, ni cargar cajas, ni mover muebles de sitio, etc, etc. Eso no es lo que yo firmé

¿En serio esto es todo lo que hay? ¿Acaso no puedo aspirar a más? Y lo que es más importante, ¿hasta cuando? Cada día lo llevo peor y llegará uno en que me largue dando un portazo porque esté harta de trabajo "extra" que ni es pagado ni agradecido. Y por último, no debo olvidar el retrógado machismo de mis jefes puesto que, además de pagar menos a mujeres que a hombres con igualdad de funciones, dicho trabajo extra sólo lo llevamos a cabo las mujeres puesto que aún ninguno de mis compañeros hombres ha cargado cajas, ni limpiado armarios, ni peleado con pelusas del tamaño de la cabeza de mi gato pequeño.

Cabreada, hoy estoy realmente cabreada.