Ya no te queda tiempo, se fue. No sabes cómo pero desapareció y te encuentras en ese momento en el que únicamente la soledad parece tener sentido y no quieres escuchar otra cosa que silencio. Y buscas silencio, bebes silencio, comes, respiras, tocas y vives silencio.
Ya pocas cosas tienen sentido. Te das cuenta de lo rápido que fue todo, de cómo unos acontecimientos se encadenaron con otros hasta llegar a hoy, al momento que vives. Sin saber ni cómo, ni qué, ni cuándo, ni dónde, ni por qué, ni quién. Sobre todo "quién": quién eres. Ahora ya no lo sabes. Bien es cierto que nunca lo tuviste demasiado claro, pero... ahora está totalmente opaco. Cuando observas tu reflejo te ves pero desconoces lo que hay más allá.
A veces tienes el deseo de escapar, de dejarlo todo atrás, de salir corriendo. No buscas huir, sino acercarte. Encontrarte. Empezar a ser tú, de nuevo y esta vez de forma definitiva.
El abrazo llega cuando menos lo esperas, por la espalda, sorprendiéndote. Es cálido, comprensivo, tierno, dulce... Y la muralla cae, la duda, el desasosiego, el agobio desaparecen y vuelves a respirar profunda y lentamente. Y entonces lloras, por todo: por lo que conoces y lo que no; por lo que fue, lo que es, lo que será y lo que pudo haber sido. Te acurrucas, no para esconderte sino para tomar fuerzas y resurgir, tras el llanto, siendo otra pero más tú de lo que nunca has sido. Vuelve el silencio y es mejor que el anterior. Es un doble silencio, es compartido: se esfumó la soledad.
1 comentario:
Si cuando digo que TODAS estáis locas...
Venga niña un beso ;)
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