Norma R. Stevenson nació en 1895 en Savannah (Georgia, EE.UU.) en el seno de una familia adinerada. Su padre, Louis W. Stevenson, era un importante comerciante: su flota de pesqueros era la mayor del Estado.
A la edad de cinco años, Norma, sufrió una rotura de tobillo, la cual la condenó a una ligera cojera que, junto con su introversión natural y una ligera tartamudez en momentos de nerviosismo o efusividad, sería uno de los factores que la condenaría al ostracismo entre los demás niños de su edad. Tímida, con tendencia a la soledad y la divagación fantástica, Norma, fue creando un universo propio en el que se sentía cómoda y arropada. Sin embargo, su cojera, no fue un impedimento para las actividades deportivas, en las que destacaba sobreponiéndose a su inicial dificultad.
Cuando contaba apenas siete años de edad sus padres desaparecieron en misteriosas circunstancias durante una travesía a Nueva York. El único superviviente fue el patrón del barco a quien encontraron a los tres días de haber partido la nave del puerto, en la orilla, con la ropa hecha jirones, mirando al mar sin ver, mientras balbuceaba incoherencias: hubo de ser internado en un sanatorio. Louis y su esposa, Anne, fueron dados por muertos tras seis meses de intensa búsqueda infructuosa. Desde ese momento, Norma, quedó bajo la tutela de su tía Roberta, la hermana mayor de su padre, una mujer estricta, dominante, con una marcada agorafobia, la cual, unida a su fotosensibilidad, hacía que permaneciera encerrada en casa entre penumbras. La niña hubo de acostumbrarse a esta nueva situación de reclusión hogareña, para ello se refugió en la extensa colección de libros de su tía, cuya biblioteca era la mayor de la ciudad. Así, podía viajar a mundos que le eran ajenos y descubrir pueblos y gentes diferentes.
A los dieciochos años de edad, su tía, la envió a Boston para que pudiera iniciar sus estudios universitarios de Antropología en la Universidad de Harvard. Cuando dos años después murió Roberta, Norma, recibió en herencia la gran biblioteca de su tía, así como la posibilidad de disponer libremente de la fortuna de sus padres, cuyo negocio seguía funcionando. Decidida a dedicarse por entero a los libros, su pasión, abrió una librería en Boston, una parte de la cual dedicó a préstamo de libros (aquellos que habían pertenecido a su tía y que no podía albergar en su pequeño apartamento) Sería Spencer Becker Jr., abogado de Becker & Thory e hijo del abogado de sus padres y antiguo albacea de su fortuna, quien se haría cargo del mantenimiento y administración del negocio paterno en Savannah por orden de Norma que quedaría únicamente como beneficiaria.
La vida de Norma transcurría tranquila, dentro de la rutina que tanto la serenaba, hasta que un día a mediados de 1920...
1 comentario:
Interesante aventura en la que te embarcas. Espero que Norma demuestre tanto talento para corregir su cojera como para tantas otras correrías como, quizá, le aguarden.
Muchos ánimos, los necesitaréis.
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