Fue la primera pintura que vi de Edward Hopper. Me enamoré de él en ese instante y si bien ha pasado el tiempo, mi amor por él no ha disminuido ni un ápice en todos estos años. Más bien al contrario: aumentó.
A medida que fui conociéndole (y reconociéndole) mi universo iba cambiando. Hopper me permitía formar parte de otros momentos, manteniéndome en un segundo plano. ¿Será que tengo alma de voyeur?
Todo cuadro suyo encierra una historia con principio y final desconocidos, cada cual lo inventa a su manera. Son momentos congelados, pequeños pedazos de realidad.
1 comentario:
¿cual test de rorschard? (o como se escriba...).
Yo sí que estoy petrificada en estos momentos.
¡Un besote fuerte linda!
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