27 de octubre de 2007

Una anécdota literaria:

"(...) Una tarde de junio de 1929, en París, Hemingway y Callaghan (escritor canadiense) disputaron unos asaltos [de boxeo], mientras Fitzgerald cronometraba. El segundo asalto se prolongaba demasiado. Ambos contendientes comenzaban a sentirse cansados y Hemingway bajó la guardia. Callaghan le asestó un buen golpe y Hemingway cayó de espaldas. Un instante después, Fitzgerald exclamaba: <¡Dios mío! ¡Dejé que el asalto durara cuatro minutos!>
- ¡Bravo, Scott! -dijo Ernest-. Si querías darte el gusto de verme noqueado en la puta lona, pues dilo. Pero no digas que te equivocaste.
Según Callaghan. Scott nunca se recuperó de este momento (...)
El relato ofrece una excelente clave para entender la lógica de la mentalidad de Hemingway e invita a predecir que no habrá biografía definitiva de éste mientras no se comprenda mejor la naturaleza de su tortura personal (...)
La mayoría de los hombres encuentra su pasión más profunda en la búsqueda de una manera de escapar a su secreta tortura personal. No es probable que Hemingway fuera un valiente que buscase el peligro por las sensaciones que éste produce(...) Hay dos clases de hombres valientes: los valientes por don de la naturaleza y los valientes por un acto de voluntad. El mérito de la larga anécdota de Callaghan estriba en sugerir que Hemingway pertenecía al segundo grupo."

Este es un relato sacado de un artículo de Norman Mailer publicado en el New York Review of Books, invierno de 1963. Había leído libros de Hemingway antes de que este escrito cayera en mis manos, pero nunca había podido desentrañar qué o cuánto había de él, del mismo Hemingway, en ellos. Fue tras este artículo, al releer El viejo y el mar que vi cuánto ponía Hemingway de sí mismo en lo que escribía y, por extensión, en todo lo que hacía.
¿Acaso sucede que cuánto más intentamos ocultar parte de nosotros mismos a los demás es cuando mejor nos mostramos ante ellos? Obligamos a leer entre líneas, a mirar más allá, a no dejar que las primeras impresiones condicionen... Puede que, en el fondo, todos tengamos un "antropólogo" dentro...

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